Detrás de la Botica
Valentín Martínez-Torregrosa es un personaje singular. En realidad todos lo somos, es decir, todos somos únicos e irrepetibles. Pero la singularidad adquiere en él una dimensión social y cultural fuerte, contundente. Farmacéutico de profesión, por diversas circunstancias vitales, incluidas las amorosas (por ejemplo, su relación sentimental de veinte años con la gran cantante rusa Olga Chtreys, de cuya maravillosa voz tantas veces he disfrutado), durante décadas se ha codeado con grandes personajes de la música y de la ópera, en España, en Rusia y en otros países.
Ha practicado el mecenazgo cultural con generosidad, y en ese sentido merece un reconocimiento que él, sencillo y modesto, nunca ha exigido. Pero no es por esa ‘singularidad’, aunque en sí sería suficiente, por la que traigo hoy aquí a Valentín, sino porque es noticia desde otra dimensión suya más que notable. Como farmacéutico y miembro destacado de Hefame, la gran empresa farmacéutica de alcance nacional y la mayor empresa de la Región en cualquier ámbito, ha mostrado desde siempre un a doble preocupación: la dimensión ambiental -de respeto- relacionada con la producción industrial en general y biomédica en particular, y una actitud de crítica constructiva hacia Hefame y algunos de sus equipos de gestión, señalando sus bonanzas pero, también, sus problemas, desvíos y peligros que han acechado y acechan a esta gran empresa.
Durante años ha ido escribiendo, a través de páginas en Internet o en los medios de comunicación regionales y nacionales, una gran cantidad de artículos y textos formalmente diversos sobre estas dos grandes preocupaciones suyas, principalmente sobre la ‘polémica’ empresa murciana de distribución de fármacos.
Ahora acaba de reunir en un libro una amplia selección de esos escritos que, lejos de haber quedado anacrónicos con el paso del tiempo, demuestran que tenía razón en muchas de sus observaciones sobre Hefame y sobre otras cuestiones en torno a la empresa farmacéutica española. El libro, con acierto, se llama ‘Píldoras y Posdatas’ (Diego Marín, librero editor) y en él anuncia ‘problemas’ pero también ‘soluciones’.
Como los viejos boticarios, que hacían de la rebotica un lugar de encuentro y de cultura, él se sitúa en ese lugar privilegiado como observador de los problemas farmacéuticos, y desde esa trastienda activa y crítica pone la píldora en la diana del problema.
AÚN NO HE TENIDO EL PRIVILEGIO DE LEERLO , PERO SÉ QUE NO ME VA A DREFAUDAR , POR LAS CONVERSACIONES QUE HE TENIDO CON MI «HERMANO», TODOS ESTOS AÑOS………
Siempre gracias a ti por lo que haces en defensa de nuestra profesión. Me recuerdas el espíritu de Salvador Ibáñez de Valencia.