Derechas e Izquierdas
Preguntaban en mi presencia a un buen amigo, qué diferenciaba a izquierdas de derechas. Me adelanté a su contestación diciendo que esencialmente, en que las izquierdas reunían todas las bondades (justicia, honradez, laboriosidad, etc…) mientras los de ideas derechistas eran aviesas, ambiciosas, como de tramposos despreocupados de los problemas ajenos que eran.
Frunció el entrecejo y miró a mi amigo sin decir palabra.
Mi amigo le hizo ver que no había captado la ironía de mis palabras.
Quizá debí añadir algún ejemplo que explicara la razón de porqué las izquierdas han podido alcanzar, en la opinión de muchos, la superioridad moral que ellos mismos, en un ejercicio de profunda humildad, se atribuyen.
Considerar como estadista a un ministro que de madrugada entra en un banco (propiedad de sus accionistas) acompañado de un equipo de cerrajeros y milicianos armados, forzar las cajas fuertes y llevarse su contenido, es de izquierdas. De nada sirve añadir que ni el Presidente de la República ni las Cortes tenían conocimiento de la tropelía. No solo se llevaron el oro que los gobiernos de España habían acumulado en siglos, sino cuanto había en las cajas fuertes de los particulares. Para ello tuvieron que asesinar, o permitir que se suicidara, el Cajero del Banco de España al que habían levantado de su cama para llevarlo al lugar del atropello. El Dr. Negrín fue gran estadista para las izquierdas.
Considerar como demócrata a un sindicalista que apoyó un levantamiento cuando en las elecciones las ganaron las derechas (aunque solo triunfó en Cataluña en parte y en Asturias totalmente), es izquierdas. De nada sirve que repitiera las amenazas, en mítines, en las Cortes y por escrito, cuando se iban a celebrar las elecciones de 1936. Afirmar Largo Caballero que, para el socialismo, las papeletas eran inservibles, es una nonada que no le apea de su condición de demócrata, como no le apea del pedestal de su estatua del Retiro madrileño. Eso es ser de izquierdas.
Pero no es que las izquierdas consideren a estos sujetos estadistas o demócratas, como a otros muchos, responsables de terribles crímenes horados ciudadanos, es que la sociedad, los medios de comunicación e incluso los propios partidos políticos de derechas lo aceptan sin pestañear.
Y estas teorías se extienden a todos los terrenos. Las monarquías españolas fueron todas, un desastre, en contraposición con las dos repúblicas, cuna de leyes justísimas, remanso de prosperidad y orden. Lo dicen, y nadie se atreve a echarse a reír en sus narices y mucho menos, discutírselo.
Reinterpretando la historia de España
La interpretación que hacen de la guerra civil es curiosísima. Franco, un general mediocre, estuvo siempre contra las cuerdas por los brillantes militares de la República. No hay más que ver las victorias de Guadalajara, la toma de Teruel o el paso del Ebro repetidos una y otra vez en reportajes y documentales. Bien es cierto (y eso, en realidad, es una minucia que no merece la pena ni recordarlo) que en Guadalajara no consiguieron avanza ni cien metros, Teruel duró unas semanas en manos rojas y la contra ofensiva del Ebro terminó en Benicarló.
Pero fueron los alemanes y los italianos los que vencieron. Franco, ni se enteraba de lo que sucedía. ¿Cómo si no, iban a perder la guerra? Teniendo toda la industria, toda la aviación, casi todo el ejército, casi toda la marina, dodo el oro, toda la razón y todo el pueblo, ¿contra los destacamentos de África y cuatro chulos señoritos? Si no llega a ser por la “No intervención”… que se saltaron los italo-germanos… Solo las Brigadas Internacionales y Rusia ayudaron y porque no tuvieron más remedio que actuar en defensa de la legalidad.
Ahora, en pleno siglo XXI y plena pandemia, confinar un pueblo o una zona, pongamos por caso, en Aragón, es de izquierdas, y por lo tanto, justo. Hacer lo propio en un barrio de Madrid, es algo intolerable, propio de cavernícolas que desprecian los derechos de los ciudadanos. Por lo que hay que salir a calle en manifestación, puño en alto y gritando hermosos pareados, que hagan saber a los de derechas lo que se juegan.
Y las derechas ¿qué? Pues las derechas aceptando poco a poco todas las teorías de la izquierda. Las sociales, que ellas han propiciado, nadie las recuerda: el voto de la mujer, la seguridad social, el descanso dominical, las vacaciones pagadas, los convenios colectivos… todo eso, y mucho más, piensan, como las izquierdas, que ha caído del cielo como la nieve o el maná. Las derechas actuales se avergüenzan de publicarlo, como sucede con hechos tan gloriosos como la defensa del Alcázar de Toledo o Santa María de la Cabeza, cuyas historias están encerradas con siete llaves en el cajón más profundo de nuestra memoria. ¡Menuda vergüenza recordarlo!
Y las teorías políticas, incluida la superioridad moral de la izquierda, ¿Quién se atreve a ponerlas en duda? Que se apoderen, como partido, de todos los resortes del estado, incluidos los que podrían considerarse más técnicos (Correos, Instituto Nacional de Estadística, Mercado de Valores, Fiscalía General de Estado, Televisión Española, Renfe, Adena…) parece natural. Ahora están a punto de conseguir el Tribunal Supremo y el Constitucional. Que salgan adelante leyes como la de la eutanasia, la de memoria histórica o aborto también es natural. Y aún hay que darles otra vuelta de tuerca. Para qué perder el tiempo en explicar para qué se aprueban y cuales serán sus consecuencias. ¡Lo han decidido las izquierdas! Las justas y honradas izquierdas.
Estoy pesimista. No por mí, que no me va a dar tiempo de ver mi patria (y quizá el mundo) como va a ser en muy pocos años. No me atrevo a describir lo que creo que viene, porque quiero mucho a mis amigos y aún más a mi familia y quiero que terminen el venturoso 2020 felizmente. ¿Habéis comprobado que el almanaque de 1936 es idéntico al de este año? Esperemos que no sea una premonición.